Las palabras importan: consejos para utilizar un lenguaje más inclusivo en la sanidad
«Diversidad e inclusión» son palabras de moda que escuchamos a menudo en el entorno laboral, escolar y médico.
La diversidad tiene en cuenta los distintos rasgos y características que hacen únicas a las personas. Entre ellas se incluyen la edad, la etnia, el estatus socioeconómico, el nivel educativo, la sexualidad, la identidad de género, la discapacidad, la salud mental, la religión y la espiritualidad.
En un mundo tan diverso, las empresas también deben procurar que la gente se sienta más incluida. Y una forma de lograrlo es mediante el uso del lenguaje inclusivo.
¿Qué es el lenguaje inclusivo?
El lenguaje inclusivo utiliza palabras que incluyen a todos. Según la Linguistic Society of America, el lenguaje inclusivo «reconoce la diversidad, transmite respeto a todas las personas, es sensible a las diferencias y promueve la igualdad de oportunidades».
Al utilizar un lenguaje inclusivo, evitamos riesgos o hábitos que pueden producir involuntariamente marginación, palabras ofensivas, tergiversaciones o la perpetuación de estereotipos, afirma la Linguistic Society of America.
¿Por qué es necesario? Imagínese que está en una fiesta en la que nadie le saluda ni habla con usted. Seguramente se sienta excluido, solo y arrepentido de haber ido.
Un paciente se puede sentir igual, sobre todo si además tiene alguna barrera lingüística. Conseguimos mejores resultados y ofrecemos mejores cuidados a nuestros pacientes cuando comprendemos sus circunstancias, conocemos su vida familiar y laboral y entendemos cómo responden mejor a las recomendaciones y los tratamientos.
Según las estadísticas, los grupos marginados tienen una salud física y mental peor.
Como médicos, utilizar conscientemente un lenguaje inclusivo nos recuerda que cada paciente tiene unas necesidades y circunstancias únicas, y que esas perspectivas afectan y contribuyen a su salud física y mental.
Formas de utilizar un lenguaje inclusivo
Puede que el lenguaje inclusivo no nos resulte natural debido al ritmo que siguen los cambios culturales y a las distintas sensibilidades. Un principio básico es reconocer que el paciente es en primer lugar una persona, no una enfermedad. Por ejemplo, el paciente es una «persona con diabetes», no «diabético/a». Alguien que consume estupefacientes en exceso es una «persona con un trastorno por consumo de sustancias», no un(a) «adicto(a)».
A continuación incluimos algunos ejemplos más de cómo colocar al paciente en primer lugar:
- Debemos decir «personas que utilizan una silla de ruedas» en lugar de «confinado(a) en una silla de ruedas».
- Debemos sustituir «discapacitado(a)» por «persona con discapacidad».
- Debemos decir «vive con una (enfermedad crónica)» o «recibe tratamiento para (una enfermedad crónica)» en lugar de «padece» o «sufre» una enfermedad crónica.
- Debemos priorizar palabras como «necesidades», «diferencias» o «dificultades» en lugar de «deficiencias», «defectos» o «anomalías».
- Al referirnos a una persona con autismo, no debemos utilizar los términos «alta funcionalidad» ni «baja funcionalidad». En su lugar, debemos describir las necesidades de la persona de forma específica: altas necesidades de apoyo, persona con discapacidad intelectual, persona con discapacidad lingüística.
- Debemos utilizar «pacientes», «participantes» o «individuos» en lugar de «sujetos» cuando hablemos de ensayos clínicos.
- Debemos utilizar la descripción «persona con obesidad», «persona afectada por la obesidad» o «persona que tiene obesidad» en lugar de utilizar «obeso(a)» o «persona obesa».
- Debemos utilizar «adultos mayores» o «personas de más de X años» en lugar de «ancianos».
Cabe destacar que «sordo(a)» y «persona con problemas de audición» son los términos oficiales recomendados por la Federación Mundial de Sordos en 1991. Además, muchas personas de la comunidad Sorda prefieren utilizar la «s» minúscula para hacer referencia al estado audiológico y la «S» mayúscula para referirse a la cultura y a su comunidad, según los National Institutes of Health.
Comunicación eficaz
Además de los cambios terminológicos, a continuación se incluyen algunas sugerencias para mantener una conversación inclusiva.
Para comprender mejor la vida familiar y personal del paciente, considere la posibilidad de iniciar la conversación de este modo: «Necesito hacerle algunas preguntas personales como parte del proceso habitual que seguimos con todos los pacientes».
Indique al paciente que sus respuestas le ayudarán a entender sus antecedentes para poder ofrecerle la mejor atención.
A la hora de hacer recomendaciones a los pacientes, en lugar de enumerar lo que deben o no deben hacer para mejorar, pruebe con un planteamiento más amable como el que describe Consultations 4 Health, una consultora sanitaria de Reino Unido:
- ¿Ha probado...?
- ¿Y si...?
- ¿Y si se plantea...?
- Lo que ha funcionado bien a otras personas es....
Pregunte a sus pacientes cómo les gustaría que se comunicase con ellos en el futuro. Por ejemplo, pregúnteles si prefieren que lo haga por correo electrónico, con un mensaje de texto o mediante una llamada.
En última instancia, dedicar el tiempo necesario a reconocer la diversidad de sus pacientes y sus situaciones, y utilizar un lenguaje inclusivo le permitirá ofrecer una atención más eficaz a sus pacientes.